Federico García Lorca

New York (1929)

(…) Existen las montañas, lo sé.
Y los anteojos para la sabiduría, lo sé
Pero yo no he venido a ver el cielo.
He venido para ver la turbia sangre,
la sangre que lleva las máquinas a las cataratas
y el espíritu a la lengua de la cobra. (…)